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jueves, 20 de mayo de 2010

Endocarditis Infecciosa/Bacteriana

Se entiende por la endocarditis infecciosa la infección, ocasionada por un germen, del revestimiento interno del corazón (endotelio). La lesión característica provocada por esta enfermedad es la vegetación que se desarrolla habitualmente en las válvulas cardiacas. La endocarditis infecciosa puede producirse a cualquier edad, siendo más frecuentes en adultos mayores (la edad media de aparición es de 50 años). La mayoría de los pacientes con esta enfermedad tiene un trastorno previo que afecta a las válvulas cardiacas. Las lesiones cardiacas con más riesgo de endocarditis son las válvulas protésicas, endocarditis infecciosa previa, cardiopatías congénitas cianóticas, conducto arterioso permeable, valvulopatías aórtica y mitral, comunicación interventricular y coartación de aorta. También tiene un alto riesgo los drogadictos por vía intravenosa. En cambio, existen enfermedades cardiacas que tienen un riesgo de endocarditis despreciable, como la comunicación interauricular, la enfermedad coronaria y los pacientes portadores de marcapasos.

El mecanismo que conduce a la endocarditis infecciosa es la unión de microorganismos (bacterias, generalmente) circulantes en el torrente sanguíneo a la superficie de las válvulas anómalas. Las bacterias se multiplican rápidamente, dañando más la válvula, y aumentando el tamaño de la vegetación; incluso pueden formar un absceso, con el consiguiente destrozo y mal funcionamiento de la válvula. La puerta de entraba de estos microorganismos al torrente sanguíneo puede ser variable: procedimientos dentales (en general todo aquellos que implican sangrado), procedimientos del tracto respiratorio (adenoidectomía, amigdalectomia, broncoscopia con broncoscopio rígido…), procedimientos del tracto gastrointestinal (esclerosis de varices esofágicas, dilatación esofágica, cirugía del tracto biliar, operaciones quirúrgicas que involucran mucosa intestinal…) y procedimientos genitourinarios (cistoscopias, dilatación uretral, sondaje uretral en caso de existir infección urinaria, cirugía uretral si existe infección urinaria, cirugía prostática, histerectomía vaginal, parto vaginal con infección…). También es frecuente la endocarditis de las válvulas derechas del corazón (tricúspide y pulmonar) en adictos a drogas por vía parenteral por el daño directo en sus válvulas que causan las sustancias que se inyectan. Son muchas las especies de microbios que pueden causar una endocarditis, pero predominan las bacterias, y de estas, estreptococos y estafilococos son las más frecuentes.

Dependiendo de la agresividad de la bacteria causante, la endocarditis puede ser aguda (evolucionando en días o semanas, provocada por gérmenes muy agresivos) o subaguda (su curso dura semanas o meses, causada por gérmenes de escasa virulencia).

Los síntomas de la endocarditis son muy variables, dependiendo del paciente y del tipo y agresividad del germen causante. Son típicos, en la endocarditis subaguda, fiebre, escalofríos, sudoración nocturna, malestar general, disminución del apetito, fatiga, debilidad, molestias musculoesquelécticas… Estos síntomas pueden durar varias semanas antes del diagnostico. En la aguda son síntomas muy parecidos, pero de una gravedad acelerada y acentuada en solo unos días. Pueden aparecer síntomas de insuficiencia cardiaca debido a la rotura de la válvula afectada.El diagnóstico de la endocarditis es difícil (puede confundirse con otras enfermedades infecciosas mucho menos graves). Hay que sospecharlo en pacientes con antecedentes de valvulopatía que presentan fiebre, anemia y un soplo cardiaco de nueva aparición. En los pacientes en los que se sospeche la dolencia hay que realizar pruebas complementarias para poder llegar al diagnostico (la radiografía de tórax y el electrocardiograma pueden ser normales). En los análisis es frecuente encontrar anemia y elevación de la velocidad de sedimentación, aunque estos datos no son específicos de esta enfermedad y pueden ser alterados en muchas otras patologías. Siempre hay que realizar hemocultivos (análisis de la sangre para ver si crece algún germen en la sangre), que en esta dolencia, generalmente, son positivos, y detectar cual es el microorganismo causante. Cuando se sospeche una endocarditis, hay que realizar siempre un ecocardiograma (con el podemos ver las vegetaciones, la rotura de la válvulas o los abscesos). A veces, si la sospecha es alta y el ecocardiograma transtorácico (ecografía por fuera de la pared del tórax) no ha llegado al diagnostico, hay que realizar un ecocardiograma transesofágico (se introduce una sonda por el esófago) que visualiza mucho mejor las válvulas y es difícil que se escape alguna vegetación endocarditica que no se haya visto bien con el ecocardiograma transtorácico.La evolución y el pronóstico de la endocarditis es muy malo siempre. Si no es tratada correctamente, es mortal. Con un tratamiento correcto se puede llegar a una tasa de curación del 95 por ciento. Los índices de curación son menores si existen factores de pronostico desfavorable (endocarditis con insuficiencia cardiaca, gérmenes muy agresivos, infección de la válvula protésica, abscesos y edad elevada).

El tratamiento es siempre con antibióticos intravenosos (el paciente ingresado en un hospital) y el tipo de de antibiótico va a depender del tipo de germen hallado en el hemocultivo. Generalmente, la duración del tratamiento antibiótico intravenoso es de 4 a 6 semanas. El tratamiento quirúrgico, en ocasiones, es necesario cuando la endocarditis ha destrozado la válvula afectada. Este tratamiento suele consistir en la extirpación de la válvula original infectada y la inserción de una válvula protésica.

En conclusión, la endocarditis infecciosa es una enfermedad muy grave, afortunadamente poco frecuente, que consiste en la infección de una o varias válvulas del corazón. Los síntomas son bastante inespecíficos y pueden confundirse con otras enfermedades infecciosas. El diagnostico y el tratamiento se deben realizarse los más precozmente posible, porque sin un tratamiento adecuado (antibioterapia prolongada y, a veces, cirugía cardiaca) es siempre una enfermedad mortal.

viernes, 9 de abril de 2010

Insuficiencia cardiaca: La vida después del diagnostico de insuficiencia cardiaca

Aspectos de interés

  • Se trata de un conjunto de síntomas y de signos físicos que expresan el fracaso del corazón para realizar su función. Supone una merma importante en el estado de salud y un aumento del riesgo vital.

  • No siempre supone convertirse en un enfermo crónico. Ciertas enfermedades afectan transitoriamente al corazón. Este puede recuperar su función y, por lo tanto, el enfermo puede retornar a la normalidad.

  • Cuando la insuficiencia cardíaca es crónica, la relación médico-enfermo alcanza su máxima expresión. El propio enfermo es el protagonista principal y su voluntad no puede ser reemplazada por su médico o por el resto del sistema de salud.

  • No define una enfermedad concreta. Es la consecuencia que afectan al corazón dañando su estructura.

  • Ser diagnosticado de insuficiencia cardíaca es un acontecimiento de gran trascendencia vital. Sin embargo, su importancia no suele ser percibida adecuadamente por los enfermos y sus familias. Vivir con el diagnóstico de insuficiencia cardíaca es un ejercicio de responsabilidad.


    Si sufrimos de insuficiencia cardíaca, de forma genérica el enfoque que debemos dar a nuestra vida pasaría por un estilo de vida saludable, intentando que ésta sea lo más normal posible. Las relaciones humanas es un aspecto muy importante a cuidar. Los enfermos, especialmente los ancianos y los discapacitados, precisan de un fuerte apoyo familiar y social. Pueden necesitar compañía, explicaciones, que alguien sea sus ojos y sus oídos para cumplir las recomendaciones médicas.


    Cumplir el tratamiento

    El cardiólogo va a indicar unas medidas básicas, como la restricción de sal, el control de la ingesta de líquidos o la dieta cardiosaludable, y va a prescribir varios fármacos. Todas estas indicaciones son esenciales porque se complementan entre sí para poder ser efectivas. El incumplimiento del tratamiento es la causa más frecuente de descompensación grave que motiva el ingreso en el hospital. Los médicos sabemos que las restricciones y el gran número de pastillas no son agradables para el enfermo, pero insistimos en ello porque son el mecanismo por el que se suple el déficit de la función del corazón y se le protege del deterioro progresivo.


    Es preciso preguntar al médico las dudas sobre la enfermedad y el tratamiento, así como leer aquellos folletos o guías específicamente elaborados para pacientes y que se entregan en muchos centros. El paciente debe colaborar con sus médicos en el control de otras enfermedades y factores de riesgo que pueden desencadenar episodios de insuficiencia cardíaca.

    Medidas de autocontrol

    Los enfermos y su entorno pueden contribuir enormemente a mejorar su calidad de vida si aprenden a detectar la aparición de los signos y síntomas de la insuficiencia cardíaca. Seguir las indicaciones de médicos y enfermeras, así como ejercitar la observación propia (control de peso, edemas en los pies, hinchazón abdominal, aumento de la fatiga...) facilitan el reconocimiento precoz de las descompensaciones.

    Es relativamente frecuente que la enfermedad repercuta en el estado de ánimo y que el paciente se encuentre triste. Estos síntomas deben referirse al médico con prontitud.

    Por otro lado, antiguamente se pensaba que el reposo era lo más adecuado para el enfermo con insuficiencia cardíaca. Hoy sabemos que el ejercicio mejora la relación del corazón con el resto del organismo facilitando su función. Se gana en calidad de vida y probablemente en la duración de la misma, se aumenta la capacidad de hacer esfuerzos y, además, se controlan mejor los factores que empeoran la insuficiencia cardíaca. El tipo de ejercicio debe ser el llamado aeróbico (andar, nadar, bicicleta, correr…) y no los esfuerzos llamados isométricos, como el levantamiento de pesas. La intensidad la marcará el médico adaptándose a las características del enfermo.


    Actividad laboral y sexual


    Dependiendo de la gravedad, estado general del enfermo y tipo de trabajo, podrá o no continuar una vida laboral activa. En general, los trabajos que supongan esfuerzo físico intenso y mantenido o grandes dosis de estrés no van a ser bien tolerados. Con frecuencia, los enfermos deben reorientar su vida.

    Por otro lado, muchos enfermos con insuficiencia cardíaca pueden mantener su actividad sexual. No obstante, es un motivo de consulta frecuente. Múltiples factores influyen en ello por lo que es necesario el estudio individualizado para aplicar las posibles soluciones.

    Aunque el diagnóstico de insuficiencia cardíaca puede conllevar ciertas limitaciones para la vida, las herramientas terapéuticas de las que hoy disponemos podrían garantizar una buena calidad de vida y confianza en el futuro para muchos de los enfermos. Sin embargo, es necesario que el propio enfermo afronte el hecho de forma positiva para que sus buenos hábitos permitan rentabilizar la aplicación de estas herramientas.


    El equipo (médico, personal de enfermería y asistente social) constituye un apoyo sólido para dirigir el tratamiento, generar confianza y contribuir a la educación necesaria para entender mejor el problema.

    martes, 30 de marzo de 2010

    Taquicardia: El corazón acelerado y fibrilacion auricular

    El corazón de una persona adulta y sin pro­blemas de salud late entre 60 y cien veces por minuto. Llamamos taquicardia a la pre­sencia de una frecuencia cardíaca por enci­ma de cien latidos por minuto en situaciones de reposo, puesto que cuando esta cifra se alcanza durante la actividad deportiva se considera una frecuencia normal.

    Algunas taquicardias son banales y no ne­cesitan tratamiento, pero otras pueden poner en peligro la vida del paciente. El tratamiento de las taquicardias es variable, y dependien­do de la causa que la origine puede requerir desde tratamiento farmacológico hasta la realización de intervenciones más complejas. El diagnóstico específico de la taquicardia es esencial para un tratamiento correcto.

    ¿Sintomas de taquicardias?

    Si el corazón late muy deprisa, puede ser que éste no sea capaz de bombear la sangre que necesita el cerebro y el resto de órganos para funcionar adecuadamente. Por este motivo, se puede producir mareo, fatiga, pesadez de cabeza, palpitaciones (sensación desagradable de percepción del latido cardíaco), dolor de pecho, visión borrosa o caída al suelo con pérdida de conocimiento. Algunas veces, las taquicardias no producen síntomas y son descubiertas en una exploración rutinaria por el médico.

    Problemas en el ritmo cardíaco

    El corazón está compuesto de cuatro cavi­dades; las dos superiores se denominan aurí­culas y las dos inferiores ventrículos. El impul­so cardíaco normal se origina en la aurícula derecha y se transmite a través de un impulso eléctrico a los ventrículos. En personas con taquicardias, se interrumpe el ritmo cardíaco normal en algún lugar del recorrido eléctrico, provocando que el corazón lata más deprisa.

    Las taquicardias se clasifican de acuerdo con el lugar en que se originan (aurículas o ventrículos). Entre las que se originan en las aurículas destaca la taquicardia sinusal (rít­mica), la fibrilación auricular (arritmia soste­nida más frecuente en la cual el corazón, en ausencia de tratamiento, late de forma muy rápida e irregular), el flutter auricular (similar a la anterior aunque el ritmo cardíaco suele ser regular), la taquicardia auricular y la ta­quicardia supraventricular.

    Documentar la arritmia

    Para el tratamiento de una taquicardia, el médico necesita documentar el tipo de ta­quicardia que tiene el paciente. Esto se puede realizar mediante la monitorización cardía­ca en la consulta, durante la vida cotidiana mediante el uso de aparatos que registran la actividad cardíaca o en el hospital mediante el intento de desencadenamiento de la taqui­cardia bajo la supervisión de un médico.

    Las pruebas que tratan de documentar la taquicardia incluyen un electrocardiograma, un Holter (aparato que registra la actividad cardíaca durante 24 horas) o un grabador de eventos (el paciente activa la grabación de la actividad cardíaca ante la presencia de síntomas). Las pruebas que tratan de desen­cadenar la taquicardia incluyen una prueba de esfuerzo o un estudio electrofisiológico (introducción de catéteres en el interior de las cavidades cardíacas para el registro y ge­neración de impulsos eléctricos).

    Es posible que el cardiólogo solicite, ade­más, una serie de pruebas para comprobar el funcionamiento del corazón entre las que se incluyen un ecocardiograma o una coro­nariografía.

    El tratamiento depende del tipo de taqui­cardia, de los síntomas que produzca, de la frecuencia de los episodios y de la presencia o no de enfermedad cardíaca subyacente. De esta manera, el cardiólogo puede pres­cribir la toma de medicamentos para con­trolar la frecuencia cardíaca o para prevenir la recurrencia de episodios. Además, puede ser necesaria la realización de una ablación cardíaca (curación de una taquicardia me­diante la aplicación de calor en alguna zona del corazón con el uso de un catéter que se introduce en el corazón de forma mínima­mente invasiva) o la colocación de un dispo­sitivo desfibrilador, similar a un marcapasos, que es capaz de tratar de forma eficaz las taquicardias más peligrosas.

    jueves, 4 de febrero de 2010

    Infarto, cocaina y tabaco

    infarto
    La diferencia entre el efecto del tabaco y la cocaína radica en el tiempo de acción. Fumar supone un riesgo coronario a largo plazo; es decir, sus efectos no se manifiestan hasta después de varios años del primer cigarrillo.

    Sin embargo, en el caso de la cocaína sus consecuencias pueden ser inmediatas, ya que algunos jóvenes incluso llegan a sufrir un infarto tras su primer contacto con esta sustancia. Por eso, mientras que es complicado medir la incidencia directa del tabaco en los problemas coronarios a edades tempranas, las estadísticas ponen de manifiesto que uno de cada cuatro ataques al corazón que se producen en menores de 40 años se desencadena a raíz del consumo de cocaína, cuyo nivel de riesgo no depende ni de la cantidad ni de la vía en la que se administre.

    Según el Dr. Tuñón, “la cocaína produce efectos sobre las arterias coronarias, como trombosis o espasmos, que llevarán a un infarto agudo de miocardio. Y, al tratarse de un tóxico directo, también produce daño a nivel del músculo cardíaco”.

    Actualmente, el diez por ciento de los pacientes que llega a un hospital con un infarto tiene menos de 45 años. Las probabilidades de los más jóvenes de llegar con vida a un centro sanitario se reducen en comparación con enfermos crónicos, ya que, al manifestarse repentinamente, “el corazón no está habituado a la falta de oxígeno, no ha desarrollado mecanismos compensadores y existen claras probabilidades de que las consecuencias sean peores”, explica el Dr. Tuñón.

    En su opinión, la tendencia a pensar que una persona de 30 años no puede sufrir un episodio cardíaco hace que raramente vincule síntomas como dolor en el pecho o malestar intenso con los de un infarto, por lo que, en muchas ocasiones, tarda más tiempo en demandar ayuda especializada. Sin embargo, aquellos que sobrevivan hasta ser atendidos por los profesionales sanitarios tienen mucha más facilidad para restablecerse del infarto, ya que, como asegura el Dr. Tuñón, “suelen tener pocas enfermedades añadidas” que compliquen su recuperación.

    Aunque la dieta y el ejercicio físico contribuyen a reducir el peligro de sufrir un infarto a edad temprana, para minimizar el riesgo al máximo “la norma número uno para los jóvenes es no consumir tóxicos cardíacos, fundamentalmente, cocaína y tabaco”, según el Dr. Tuñón.



    Por tanto, cuidar del corazón no es sólo tarea de los mayores. Una persona joven también debe vigilar su estilo de vida para evitar desarrollar una patología coronaria a una edad temprana, aunque el hecho de no consumir drogas ya reduce considerablemente las probabilidades de sufrir un infarto.