jueves, 4 de febrero de 2010

Infarto, cocaina y tabaco

infarto
La diferencia entre el efecto del tabaco y la cocaína radica en el tiempo de acción. Fumar supone un riesgo coronario a largo plazo; es decir, sus efectos no se manifiestan hasta después de varios años del primer cigarrillo.

Sin embargo, en el caso de la cocaína sus consecuencias pueden ser inmediatas, ya que algunos jóvenes incluso llegan a sufrir un infarto tras su primer contacto con esta sustancia. Por eso, mientras que es complicado medir la incidencia directa del tabaco en los problemas coronarios a edades tempranas, las estadísticas ponen de manifiesto que uno de cada cuatro ataques al corazón que se producen en menores de 40 años se desencadena a raíz del consumo de cocaína, cuyo nivel de riesgo no depende ni de la cantidad ni de la vía en la que se administre.

Según el Dr. Tuñón, “la cocaína produce efectos sobre las arterias coronarias, como trombosis o espasmos, que llevarán a un infarto agudo de miocardio. Y, al tratarse de un tóxico directo, también produce daño a nivel del músculo cardíaco”.

Actualmente, el diez por ciento de los pacientes que llega a un hospital con un infarto tiene menos de 45 años. Las probabilidades de los más jóvenes de llegar con vida a un centro sanitario se reducen en comparación con enfermos crónicos, ya que, al manifestarse repentinamente, “el corazón no está habituado a la falta de oxígeno, no ha desarrollado mecanismos compensadores y existen claras probabilidades de que las consecuencias sean peores”, explica el Dr. Tuñón.

En su opinión, la tendencia a pensar que una persona de 30 años no puede sufrir un episodio cardíaco hace que raramente vincule síntomas como dolor en el pecho o malestar intenso con los de un infarto, por lo que, en muchas ocasiones, tarda más tiempo en demandar ayuda especializada. Sin embargo, aquellos que sobrevivan hasta ser atendidos por los profesionales sanitarios tienen mucha más facilidad para restablecerse del infarto, ya que, como asegura el Dr. Tuñón, “suelen tener pocas enfermedades añadidas” que compliquen su recuperación.

Aunque la dieta y el ejercicio físico contribuyen a reducir el peligro de sufrir un infarto a edad temprana, para minimizar el riesgo al máximo “la norma número uno para los jóvenes es no consumir tóxicos cardíacos, fundamentalmente, cocaína y tabaco”, según el Dr. Tuñón.



Por tanto, cuidar del corazón no es sólo tarea de los mayores. Una persona joven también debe vigilar su estilo de vida para evitar desarrollar una patología coronaria a una edad temprana, aunque el hecho de no consumir drogas ya reduce considerablemente las probabilidades de sufrir un infarto.